Los empresarios colombianos tasaron el conjunto de Ministros del presidente Iván Duque (encuesta publicada por el Diario La República) y los hallaron faltos de muchas competencias laborales, pues el promedio de calificación de ellos, sumados todos con el mandatario y dividido el resultado por 20 da 2.66, que es una calificación mala. Es decir, perdieron el año y lo frustrante aquí es que no se trata de la secundaria o los cursos universitarios que pueden repetirse. En el ejercicio del mando lo que se pierde no se recupera. Bien decía Confucio que “aquel que gobierna por medio de su excelencia moral puede compararse a la estrella polar, que permanece en su sitio en tanto todas las demás estrellas se inclinan ante ella”, lo cual nos da un punto muy alto que deben alcanzar los que tienen el poder de una Nación.
El estudiante que pierde una materia cree que el mundo se le viene encima, siente vergüenza con sus padres, con él mismo y con sus amigos, por no haber podido dar la talla que el conocimiento demandaba. A menos que sea un cínico, su voluntad tiende a cambiar y el esfuerzo se redobla para recuperar el honor perdido. Si eso pasa en la lucha por el crecimiento intelectual donde hay tanta competencia, mucho más debe generar tristeza y nostalgia para un gobernante que tiene la obligación de responder ante todo un país y ante la comunidad internacional por su desempeño. Los Estados tienen la necesidad de crecer cada día, por efecto del aumento de su población y de las necesidades que ello implica en salud, educación servicios e infraestructuras. Si quienes ejercen el comando de la nave estatal son personas mediocres el resultado final no dejará satisfechos a quienes viven en ese territorio y los resultados frente a las generaciones presentes y futuras serán catastróficos. En la política las oportunidades no parecen repetirse de la misma manera. Los malos gobiernos fracasan e históricamente son condenados al castigo. Y eso se ve en las siguientes elecciones. Los cambios en el péndulo de la historia son categóricos.
Lástima por Colombia que reclama esfuerzos constantes en crecimiento económico, en competitividad e innovación. Pero con personas poco competentes al frente de los cargos más relevantes, la esperanza y los sueños desaparecen. ¿Qué hacer, entonces? Lo ideal sería un cambio de rumbo, como cuando el capitán del barco sabe que se está alejando del destino fijado en la carta de navegación y que en vez de la gloria esperada encontrará un abismo del cual jamás regresará. El presidente Duque debería explicar si ese gabinete calificado con notas tan mediocres por los empresarios representa a todos los colombianos o solamente a los senadores y representantes amigos de los partidos de gobierno.
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