
Los europeos saben lo que es la guerra. Nosotros como colombianos, según historiadores de la patria tuvimos en los primeros tiempos de la república 68 guerras que eran libradas entre grupos políticos enfrentados por el poder regional o por razones ideológicas. Solamente con la expedición de la Constitución de 1886 el país logró una relativa tranquilidad, pero durante casi 40 años vivimos en estado de sitio, es decir, amedrentados por las armas oficiales, que no respetaban la libertad de expresión, ni la protesta social, pública y deliberante. Siempre hemos tenido divisiones, pero la polarización de estos últimos años ha sido fatal para el desarrollo del país. En vez de sentarnos a conversar hemos tenido liderazgos extremos en quienes han gobernado a Colombia en representación de la derecha. Y las fuerzas se enfrentaron más a partir de la elección de Gustavo Petro como Presidente de la República, algo que la derecha excluyente nunca creyó posible, pero ocurrió. Hemos perdido tiempo en el logro de la paz total.
La Corte Constitucional ha insistido en que “el derecho a la vida comporta la dimensión integral del hombre como ser digno; en consecuencia la vida digna exige un mínimo de bienes internos, y dicho en otros términos, toda persona tiene derecho a vivir en condiciones de paz y tranquilidad. La paz como derecho (Art 22) supone la relación social, se manifiesta como la convivencia ordenada entre los ciudadanos. La tranquilidad individual es un derecho personalísimo derivado de la vida digna, es una tendencia inherente al ser personal y un bien jurídicamente protegible que comprende el derecho al sosiego, que se funda en un deber constitucional, con lo cual se mira el interés general. De ahí que jurídicamente sea diferente el derecho constitucional a la paz, que es un derecho social, con el derecho a la tranquilidad de una persona que es una prerrogativa subjetiva…. Es evidente que el ser humano tiene derecho a la tranquilidad y como tal este derecho constituye un bien jurídico protegible por el Estado y la sociedad; es así como la tranquilidad es uno de los deberes previstos en el artículo 95, numeral 6 Superior.” (T-226/95)
Hemos vivido desde 1948 en violencia extrema. Tuvimos un descanso en los 16 años del frente nacional, cuando liberales y conservadores sellaron el compromiso de gobernar juntos, repartirse el poder en corporaciones y alternar en la Presidencia de la República. Pero no fue suficiente. Grupo apoyados por el narcotráfico irrumpieron en el país e iniciaron otra guerra, más peligrosa, financiada por dineros ilegales. Después llegamos a la expedición de la Constitución de 1991, el M19 hizo la paz con Colombia y se reintegró a la vida civil, pero mataron sus líderes. La nueva etapa es el consenso, un nuevo acuerdo social y político, porque no nos vamos a pasar la vida matando de un lado y otro. Las elecciones del 2026 son la esperanza de que esas fuerzas extremas que se dividen en clanes y grupos violentos cedan y dejen en paz a Colombia. Si hay un equilibrio real de fuerzas en el Congreso habremos ganado mucho y las futuras generaciones serán las más favorecidas.
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